La pintura anunciadora de la
procesión del Lunes Santo del presente año de 2024 de nuestra Hermandad es obra
del artista plástico ayamontino Christian Montes Hervás, realizada en técnica
mixta (acrílico, carboncillo, cartón, esmalte acrílico y óleo) sobre tabla, con
unas dimensiones de 80x60 cms., siendo una composición protagonizada por las
Sagradas Imágenes de la Cofradía que procesionan en dicha jornada, apareciendo
ambos de perfil, y manifestando un momento de encuentro entre la Madre y el Hijo,
como si de una escena del evangelio se tratara. Pero, aunque hay un choque de
presencias, no existe en él un cruce de miradas.
María, rota de dolor, apenas es
capaz de mantener la mirada hacia el torturado rostro de Cristo, que se muestra
totalmente rendido ante la injusta Sentencia pronunciada en su juicio ante
Pilato y entregado a la Voluntad del Padre. Parece como si Jesús y María
mantuvieran una escueta conversación de apoyo mutuo ante los terribles
acontecimientos que están sufriendo en la carne y en el espíritu.
Vemos, por lo tanto, un momento
íntimo, de dolor, de introspección, de aceptación que nos lleva a la oración,
pues al estar ambas imágenes representadas de manera realista la obra, aunque
cartel anunciador, bien serviría como tabla de devoción al ser verdaderos
retratos de los prototipos que son las imágenes de la Hermandad, jugando con el
anacronismo propio del arte que puede retrotraernos a usos y costumbres más
propios de los siglos XV y XVI.
Ambas imágenes aparecen rematadas
con elementos solucionados en una única tinta de blanco inmaculado, que
reafirma la naturaleza pura y divina, destacando especialmente la
circunferencia que rodea la cabeza del Señor, a modo de nimbo de las primitivas
representaciones cristianas que imprime su carácter divino, y que simbólicamente
nos recuerda también la entrega del Cuerpo de Cristo en la Cruz y su presencia
viva y salvífica, pues la Salud es Salvación, en el Sacramento de la
Eucaristía.
La estética del entorno donde
radica la Cofradía es clave para entender el marco donde suceden estos
acontecimientos: Cáceres, ciudad cuyo conjunto monumental está declarado como
Patrimonio Mundial por la UNESCO desde 1986, resulta un emplazamiento idóneo
para recrear los hechos acaecidos en aquella Jerusalén hace casi dos mil años.
Pero no apreciamos el bello marco
de nuestros palacios, murallas y torres, con siglos de historia y por donde han
pasado nobles y reyes católicos, sino ese otro Cáceres donde el Señor de la
Salud y su Madre de la Estrella estarían. El Cáceres de las paredes
desconchadas, a causa del paso del tiempo, como las del entorno de nuestro
Templo de Santo Domingo, que parece haber sido signo inequívoco de un paso del
tiempo lleno de humildad y servicio, como el de nuestra orden franciscana.
Con este soporte, como fondo de
la escena, se establece una línea paralela en sentido metafórico sobre los
sentimientos de debilidad y vulnerabilidad de la vida mortal y que recuerda a
movimientos artísticos propios del siglo XX como el informalismo europeo, donde
al igual que en esta tabla se juega con las texturas de los materiales para
expresar la idea, como ya lo hicieran maestros como Antoni Tapiès o Manolo
Millares.
Este enlucido ya caído, que puede
llegarnos a los espectadores que nos enfrentamos a la obra como un mensaje de
aparente decadencia, debe verse como un signo de esperanza ante la posibilidad si
se quiere de una restauración no solo física, que dicho sea de paso nuestro
entorno lo necesitaría, sino espiritual, como oportunidad para afrontar la vida
con total confianza y llevar a cabo así la Voluntad de Dios.
Finalmente, “CHARITAS, IUSTITIA, SALUS”, leyenda en latín que tiene tallada el
Señor de la Salud en la parte trasera de su peana y que completa el discurso de
esta obra pictórica que sirve para anunciar a modo de cartel la procesión del
Lunes Santo el año en el que la venerada imagen del Señor cumple quince años de
su bendición.
En conclusión, el artista ha
querido plasmar una pintura que nos habla de Hermandad, pues en ella están los
Sagrados Titulares que procesionan en Semana Santa; de identidad, ya que está
representado el entorno desde donde la cofradía realiza su procesión; y el
espíritu, pues no debemos olvidar el mensaje que de la decadencia siempre puede
surgir esperanza.