La obra esta realizada a pastel sobre tabla y tiene unas dimensiones de 111x61. Como vemos, aparece la imagen del señor retratado, de estilo hiperrealista y con un toque poético en la expresividad del rostro. Viste túnica morada junto a su icónico cuello de encaje. En su cara se puede ver reflejado el dolor de la humanidad por el calvario que está por venir y que asume con entereza. En el fondo una gran estrella, siempre presente de la que emana la Esperanza en el mundo y la fé en la resurrección. La estrella en forma de luz y de gran destello siempre presente como esencia de nuestra vida cristiana
Su boca esboza un suspiro de resignación, un sollozo de dolor y una mirada que se pierde en el horizonte, parando el tiempo en la eternidad. De sus ojos sutilmente caen lágrimas de resignación, como caen las gotas del rocío al alba, limpias, puras y cristalinas. En torno a él emana una luz, que ha de servirnos de guía para caminar en la vida tras sus pasos, pues son los que nos llevan a Dios.
En definitiva, un rostro lleno de delicadeza, que habla por sí solo y siempre con la Estrella presente haciendo de su pasión un cáliz menos amargo, sirviéndole de guía y protección. Es por este motivo que La imagen está envuelta por un haz de luz divino, lo que dota a la escena de una gran luminosidad, un ambiente dorado y una gran sensibilidad. Un espacio íntimo, que cita al encuentro directo con Dios,
Una invitación a que este Lunes Santo salgamos en su búsqueda y disfrutemos plenamente de su procesión, acompañando a su hermandad y viviendo nuestra semana de pasión con profunda fe y devoción.