Tú que vas con las manos atadas
Tú que sentenciado a muerte estás,
danos salud de cuerpo y alma
para cumplir tu divina voluntad.
¡Oh Cristo de la Salud! danos tu inmunidad.
Santo Cristo que entre faroles vas,
con una dolorosa corona de espinas
y con aire de costalero andas
entre las piedras
de Cáceres, que es tu ciudad.
Tú, Cristo de la Salud
con un techo de cielo azul
avanzas derramando luz
a toda las gentes de ésta ciudad
y de toda la humanidad.
Dos lágrimas
por tus mejillas
descienden,
juntándose
con tu preciosísima sangre.
El dolor de tu sangre
perdona nuestro corazones,
tu santa tranquilidad
nos da cristiana estabilidad,
ámanos Señor
hasta morir en tu amor.
AUTOR: Un joven devoto del Señor